14/2/2022
Después
de la profunda contracción económica que México experimentó en el segundo
trimestre de 2020 (la mayor de la que se tenga registro y que explicó que el
crecimiento anual fuese de - 8.4%) comenzó un proceso de recuperación en el
tercer trimestre de aquel año que continuó hasta el segundo del año pasado. Sin
embargo, desde entonces dicho proceso de recuperación se interrumpió: el
crecimiento del tercer trimestre de 2021 fue de -1.7% a tasa anualizada,
mientras que el del cuarto trimestre, con base en la cifra preliminar del
Inegi, fue de -0.4%.
Se ha
debatido mucho acerca de si la economía del país entró en recesión o no. No hay
una respuesta clara ya que no existe una definición precisa de lo que
constituye una recesión (algunos en Estados Unidos consideran que hay una
cuando se tienen dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo). Creo
que esa discusión no es la más útil y en todo caso, de lo que no hay duda es
que la recuperación de la economía, que ya era muy débil, se ha interrumpido.
La economía
de México tiene heridas importantes resultado de la crisis de la pandemia, de
las políticas que se siguieron para enfrentarla y de algunas decisiones de
política pública que han generado un clima de incertidumbre para la inversión y
distorsiones microeconómicas importantes.
Vale la
pena analizar algunos datos para poner en contexto el rumbo de la economía del
país. En primer término, la recuperación que se ha tenido es incompleta. Al
cierre de 2021, el PIB era 4% menor al observado en 2018 - y hago referencia al
2018 porque hay que recordar que en 2019 no hubo crecimiento económico - y 12%
menor al que hubiésemos tenido de haber continuado creciendo al ritmo
(mediocre) en que lo hacíamos antes de que nos golpeara la crisis de la
pandemia.
Y, en
segundo término, se trata de una recuperación más débil que la de la mayoría de
países: Estados Unidos, no solamente recuperó el nivel de PIB prepandemia, sino
que este año superará el de la tendencia previa. Es cierto que Estados Unidos
es la economía que mejor se recupera, pero si nos comparamos con otras
economías grandes de Latinoamérica, la recuperación mexicana también es débil:
Chile, Argentina, Perú, Colombia y Brasil se recuperan más rápido que México y
han alcanzado ya los niveles de producto que registraban antes de la crisis
sanitaria.
Hay
varios factores que explican este peor desempeño relativo. Primero, México
tiene mayores afectaciones negativas por los cuellos de botella en las cadenas
de suministro globales al ser un país con una alta vocación manufacturera.
Segundo, la decisión de no tener impulsos fiscales contracíclicos para aminorar
el impacto la crisis, como sí lo hizo un gran número de países (incluyendo
nuestros pares latinoamericanos que hoy se recuperan a un mayor ritmo) causó
daños más permanentes en el tejido productivo y en el mercado laboral que
resultan en menor crecimiento.
En
efecto, el mercado laboral muestra mayores niveles de informalidad y subempleo
que antes del inicio de la crisis, un déficit alrededor de un millón y medio de
empleos en comparación a la tendencia pre-crisis así como una masa salarial
estancada. Tercero, la respuesta sanitaria a la contingencia no fue la óptima,
lo cual resultó en que México sea uno de los países con mayor número de muertes
en exceso del planeta. F
inalmente,
las señales de incertidumbre de algunas políticas públicas (entre las que
destaca la propuesta de reforma eléctrica que llama a cancelar contratos y
permisos vigentes y a cambiar las reglas del juego para inversiones ya
realizadas y en contravención a tratados internacionales, incluido el TMEC) han
resultado en caídas significativa de la inversión que hoy está 15% por debajo
de su nivel de enero de 2019 (y aquí la referencia es a ese mes pues la
inversión se contrajo durante todo el citado 2019).
Los
daños que causó la pandemia y la respuesta (o ausencia) de políticas públicas
frente a ésta ya no se pueden revertir. Pero lo que sí se puede es mejorar el
clima de inversión, lanzando señales para fortalecer el Estado de Derecho y
mejorar el clima de inversión: eso podría mejorar el crecimiento económico y
aumentar la generación de empleos.
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