14/3/2022
La
guerra iniciada en Ucrania hace unos días es, sobre todo, una tragedia humana
en la que perderán la vida miles de personas, entre ellos gran cantidad de
civiles. Además, el conflicto también tendrá efectos significativos en la
economía global y, por tanto, en la mexicana.
Hasta
el momento, los países occidentales han impuesto sanciones económicas relevantes
a Rusia: excluir a algunos de sus bancos del sistema que procesa los pagos
internacionales, prohibir que Rusia coloque deuda en los principales centros
financieros internacionales e incautar parte de las reservas internacionales
del banco central ruso. Ayer Estados Unidos y el Reino Unido anunciaron un
embargo a las exportaciones rusas de petróleo y gas.
Estas
medidas tendrán desde luego, un muy fuerte impacto en la economía rusa: el
rublo se ha depreciado ya más de 40%, el banco central se ha visto obligado a
más que duplicar la tasa de política monetaria y ya se tienen señales claras de
que viene un aumento potente en la inflación. Las sanciones muy probablemente
implicarán una contracción de la economía rusa este año aún mayor a la que
experimentó con la pandemia.
A nivel
global también se tendrán repercusiones muy relevantes, que serán más profundas
mientras más se prolongue el conflicto.
Para empezar, los precios del petróleo
se han incrementado de forma notable: el barril Brent está en 100 dólares (habiendo
alcanzado los 127 dólares).
Asimismo, los precios de las materias primas
subirán al ser Rusia un exportador importante de metales y - al igual que
Ucrania - de granos, particularmente de trigo. Los cuellos de botella en las
cadenas globales de valor, que comenzaban a mostrar señales de recuperación
después de haberse complicado enormemente por la pandemia, volverán a agravarse
ya que el tránsito de mercancías por vía marítima se verá afectado por el
conflicto.
Estos factores se traducirán en niveles de inflación mayores a los
anticipados y -probablemente- en una postura monetaria global más
restrictiva, lo que traerá vientos en contra al proceso de recuperación. Estos
cuellos de botella y las sanciones también reducirán los volúmenes de comercio
internacional.
Si bien
nuestro país no tiene una relación significativa con Rusia: solamente 0.1% del
total de las exportaciones y 0.5% de las importaciones se realizan con ese
país, al ser México una economía muy abierta y con vocación manufacturera se
verá afectado por las repercusiones globales antes mencionadas.
Veremos
mayor inflación porque los precios globales de los energéticos aumentarán y eso
se traducirá en mayores precios de gas y gasolinas: en caso que el gobierno
decida no traspasar el alza en precios a los consumidores y opte por subsidiar
los combustibles, entonces lo que veremos será una presión todavía mayor a las
finanzas públicas.
Los mayores cuellos de botella afectarán negativamente la
producción manufacturera, en particular la automotriz, pues enfrentaremos
nuevos episodios de escasez de semiconductores, de paladio -insumo para los
automóviles de combustión interna y del que Rusia es un importante productor-
y de otras materias primas. Estos cuellos de botella también implicarán mayores
presiones inflacionarias.
La
mayor inflación llevará al Banco de México a tener una política monetaria más
restrictiva, si bien ésta será relativamente inefectiva en controlar la
inflación al provenir de choques de oferta externos.
Estos
tres elementos: mayor inflación, menor producción manufacturera, y política
monetaria más restrictiva, restarán impulso al crecimiento económico.
Seguramente veremos como todos los analistas económicos disminuyen sus
previsiones de crecimiento una vez que incorporen los efectos del conflicto en
Ucrania.
Finalmente,
el conflicto está resultando en una mayor aversión global al riesgo lo que
traerá mayor volatilidad financiera: los vaivenes del tipo de cambio en los
últimos días son una muestra de ello.
Ahora
bien, el conflicto representa a mediano plazo una gran oportunidad para México,
pues reforzará el interés de muchos productores de reubicar las cadenas de
suministro más cerca del mercado norteamericano.
Para ello, y a riesgo de parecer
disco rayado, es fundamental asegurar que existan las condiciones materiales
para aprovechar dicha coyuntura, por lo que insistimos en que no se debe
aprobar la reforma al sector eléctrico en los términos en que fue enviada al
Congreso.
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