31/10/2022
La
contingencia por covid-19 hizo resurgir la inflación tras décadas de
estabilidad. Desde cuellos de botella que disrumpieron las redes de
abastecimiento, hasta cambios en los patrones de consumo de la población, han
sido factores clave del sostenido incremento global en precios. Sin embargo, a
pesar de la paulatina normalización del comercio internacional, el
desaceleramiento del gasto de los hogares (sobre todo en Estados Unidos), las
políticas fiscales menos expansivas, y los esfuerzos de los bancos centrales,
la inflación no cede. En este contexto de incertidumbre surge una pregunta:
¿podrían las grandes corporaciones a través de su poder de mercado estar
jugando un rol en la inflación?
Una
encuesta entre economistas y académicos realizada por el Foro IGM en 2022
revela que la opinión que prevalece es un rotundo no: 79% de los encuestados no
cree que las empresas estén aprovechando su poder de mercado para incrementar
los precios. Y es que la teoría económica establece que las corporaciones que
tienen poder de mercado son justamente aquellas que están en posición de
absorber eventuales incrementos en costos (como los observados los últimos
meses en materiales y energéticos), y lo hacen renunciando a parte de sus
márgenes que son estructuralmente positivos. Por lo tanto, es improbable que la
estructura de mercado por sí sola pueda explicar actualmente el importante
ritmo de crecimiento de los precios.
El
poder de mercado y la inflación, sin embargo, sí podrían ir de la mano cuando
existe colusión entre empresas. Es incierto si la contingencia por Covid-19
generó condiciones que motiven a las empresas a adoptar comportamientos anticompetitivos,
pero es una posibilidad que no se puede descartar. Existe literatura económica
que sugiere que las empresas pueden tener más incentivos a coludirse (expresado
como incremento coordinado en precios) durante las fases de desaceleración económica,
y dicho comportamiento se prolonga mientras las expectativas de crecimiento
sean negativas. Bajo este argumento, la actual coyuntura representaría un marco
propicio para la colusión entre empresas.
¿Podría
un comportamiento anticompetitivo explicar el nivel y persistencia de la
inflación a nivel global? Lo más probable es que no, pues implicaría una
coordinación de agentes económicos y corporaciones en toda clase de sectores y
regiones. Sin embargo, lo cierto es que valdría la pena revisar de cerca sectores
donde sí podría estar ocurriendo. En Estados Unidos, por ejemplo, han surgido
voces que abogan por llevar a cabo investigaciones en sectores específicos. En
septiembre del año pasado, la Casa Blanca anunció una investigación por posible
colusión en la industria de procesamiento de carne en ese país. En ese caso
específico, el surgimiento de un comportamiento anticompetitivo no parece
improbable, pues según datos de la administración estadounidense, cuatro
empresas concentran una parte importante del mercado.
En
México actualmente no existe alguna investigación de este tipo. Sin embargo,
habrá que estar atentos a aquellos mercados cuya oferta está concentrada en
pocos jugadores, o en donde se sepa que algún jugador a lo largo de la cadena
tiene un poder de negociación estructuralmente alto. De igual forma, por la
naturaleza de su demanda, se debería prestar especial atención a los productos
de primera necesidad como alimentos o medicinas.
El
poder de mercado, una inflación cercana a dos dígitos y la necesidad de la
población, podrían volverse ingredientes propicios para prácticas
anticompetitivas. Sin embargo, habrá que ser igualmente cautelosos al diseñar
soluciones, y recordar que el control de precios o las cuotas de exportación
históricamente no han sido efectivas para combatir el problema de fondo: el
incremento sostenido en precios. La teoría económica nos muestra que la elevada
concentración puede explicar niveles de precios altos, no tasas de inflación
elevadas.
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