La falta de infraestructura en las comunidades
productoras de café y la falta de preparación de los productores impiden un
mejor posicionamiento del aromático en el mercado, y facilita que las trasnacionales
acaparen el producto, el cual pagan a precio de “castigo”.
Antonio Goyri, responsable de la cadena
productiva de café de la Fundación Produce Puebla, dijo que son varios los
productores que han logrado la “certificación” de su grano, sin embargo ello no
garantiza que se pueda vender el café a nivel nacional o internacional, pues
faltan otras herramientas para lograrlo.
Aun cuando en algunas zonas cafetaleras puede
cosecharse grano de excelente calidad, las trasnacionales que compran el
producto presionan a los campesinos a “sacar café rugoso, de menor calidad y no
el arábigo, del cual se genera la bebida sabrosa y de calidad, la de un
auténtico café”, afirmó Goyri.
México tiene zonas productoras con una altitud
ideal para lograr café de excelente calidad, a mil 200 metros sobre el nivel
del mar, sin embargo son otras países con menos altitud (900 msnm), como Costa
Rica, que sí logran posicionar su grano en mejores condiciones en el mercado
mundial.
Explicó que la situación del aromático en los
últimos cinco años ha mejorado en el país. Se padeció crisis, sequía, bajos
precios y otros factores que llevaron a una baja producción, ahora el escenario
es otro, afortunadamente.
Las certificación sólo indica que se hizo bien
todo el proceso de cosecha, pero no garantiza la comercialización; “quien
determina la venta es el consumidor y no el gobierno. Lo que ha faltado es la
relación directa con el mercado; además que no el gobierno no apoya a las
comunidades con caminos, carreteras, energía
eléctrica, asesoría fiscal, facturación para facilitar la salida del producto;
aunado a ello que no se entregan paquetes tecnológicos y mucho menos se
capacita a los cafeticultores para comercializar el producto.
Se debe promocionar para colocar al café
orgánico en el mercado nacional, como lo hacen las grandes empresas como Nescafé,
Dolca y Juan Valdés de Colombia, la cuales aplican toda una política de promoción,
una proyección masiva.
Dichas empresas primero incentivan a ser un
buen productor, luego la promoción por medio de mercadotecnia, ferias, lo que
no puede hacer el pequeño productor.
México podría comercializar el café orgánico,
pero para ello se requiere de una marca colectiva o una imagen del producto.
Y puso como ejemplo el caso de Costa Rica donde
no sólo alientan a cosechar café sino que capacitan a los productores a posicionar
su producto, desde el desarrollo de marca, registros y administración de sus
negocios.
A Costa Rica le llevó 25 años posicionar su
café carbono neutro y promocionar toda su imagen al nicho de mercado donde
actualmente está, a 500 dólares el quintal, es decir 46 kilos de “cereza”, eso
en el caso del más barato, hay de mil 500 o dos mil dólares el quintal.
Esta diferencia va desde la siembra hasta la
taza del consumidor, incluso en Guatemala o Colombia, en esos países las
cosechas no las compran las trasnacionales ni establecen las condiciones de
precio.
Por el contrario son los productores los que
venden directamente su aromático, a mercados que conocen y aprecian desde el
trabajo realizado y la calidad del mismo.
En México no es así, el productor no ve
reflejado el beneficio económico; no fve el negocio. El café no tiene un
mercado clave, sólo se concentra en las transacionales. Que comopran
directamente las cosechas, reiteró.
En suma, es preciso modificar la forma de
manejar el café en el país, y respaldar a los productores para que se capaciten
no sólo en el cultivo sino en el proceso del grano, apoyarlos tecnológicamente
y que ubiquen nichos de mercado para las variedades del aromático.
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